Problemática

Al iniciar la escolaridad, en el grado de preescolar, los niños ya han desarrollado algunas habilidades lingüísticas y pragmáticas propias de sus entornos familiares, es decir, ellos llegan a la escuela con diferentes saberes, con distintos repertorios comunicativos, manejan un lenguaje espontáneo, coloquial e informal al que han accedido de manera natural en su medio. Pero, no todos los niños llegan con los mismos saberes, debido a que estos no se encuentran distribuidos equitativamente en la sociedad. Además, si tenemos en cuenta la diversidad de usos verbales, son muchos los que ellos no dominan cuando ingresan a la escuela, y si no son objeto de enseñanza, como lo afirma Camps, “nunca los dominaran” (en Vila, 2005 p.8) En otras palabras, la lengua oral abarca una gran variedad de discursos que van desde los más coloquiales, que son los que los niños aprenden de manera natural en su entorno familiar y con los que algunos llegan a la escuela, hasta los más formales que requieren de un grado de preparación, que suponen un proceso de enseñanza y aprendizaje sistemático, continuo.

Asumir la enseñanza y el aprendizaje de la lengua oral formal, plantea complejos problemas, tanto teóricos como prácticos. Problemas relacionados con la participación de los niños, las relaciones sociales que se establecen en el aula, el derecho a la palabra, la indisciplina verbal y la ausencia de una tradición docente en la enseñanza y la evaluación de esta habilidad, como lo muestra el estudio realizado por Ballesteros y Palou (citados por Vila, 2005, p. 12).

Todos estos problemas han llevado a que en las aulas no se enseñe la lengua oral formal y sea concebida como un aprendizaje espontáneo que no requiere de intencionalidad, ni de sistematicidad, que simplemente se fortalece en el día a día con las experiencias cotidianas, en las relaciones con los otros niños, con los padres, con el maestro y con otros adultos.

Además, en la educación inicial el desarrollo de la oralidad como muchos otros aspectos están determinados por factores asociados con la “corta” edad de los niños como: el uso exclusivo del género discursivo narrativo, la poca diversidad literaria, la extensión de las narraciones, la exclusión de situaciones reflexivas sobre el discurso oral, etc.

Por otra parte, en los primeros grados de escolaridad es una necesidad imperante, construir en el aula unas condiciones que permitan que los niños hablen, escuchen, sean escuchados, participen, verbalicen sus pensamientos, manifiesten sus inconformidades, solucionen con palabras sus conflictos, interrelacionen con sus compañeros y docentes, expresen sus emociones, como claramente lo plantea Pérez (2006) cuando habla de la importancia de construir desde la educación formal las condiciones para la vida social, para la participación y para la vivencia de las primeras formas de ciudadanía y democracia, donde el trabajo sobre el lenguaje no es un fin en sí mismo sino una condición de la vida social. Es decir, que los prepare para responder a las exigencias de la vida democrática, de la vida colectiva, de la vida diaria, las cuales demandan la construcción de una voz propia, el uso de la palabra pública y el ejercicio de una atenta escucha.

De igual manera, como se mencionó anteriormente, la existencia de gran variedad de discursos orales, que por sus características se acercan más a lo escrito y que son propios de situaciones comunicativas formales, los cuales requieren de ser enseñados para que los niños los comprendan y puedan usarlos, debido a que no se aprenden de manera natural, también se convierten en un aspectos prioritario a trabajar en las aulas de preescolar.

Por lo tanto, es un imperativo abrir espacios en el aula que tengan como propósito principal el trabajo de la oralidad formal, desde la diversidad de los géneros discursivos, en los cuales las normas, reglas o pautas regulen las interacciones verbales. Donde las situaciones que se provoquen sean del interés de los niños, con temas también propuestos y elegidos por ellos y convertidos en escenarios de preparación para enfrentarse a los diferentes tipos de interacciones de la vida, dentro y fuera de la escuela.

Es así como nace la necesidad de propiciar en el aula espacios de trabajo para el desarrollo de un proceso sistemático del discurso oral argumentativo en el grado transición que brinde a los niños herramientas propias de la argumentación que puedan ser incluidas en su discurso oral y facilitar de esta forma su vinculación a la vida social y ciudadana. Por ello, nace la pregunta: ¿ Cómo propiciar en el aula espacios sistemáticos para facilitar a los niños y niñas la construcción de una voz en el grupo que les permita expresar y defender sus puntos de vista en espacios de discusión dentro y fuera del aula?